La restauración de una estatua consiste en devolver en la medida de lo posible el aspecto original que tuvo dicha escultura cuando se talló.
Sin considerarnos en absoluto expertos en este campo, tuvimos la experiencia en el invierno de 2014 de trabajar sobre una pieza de probable producción italiana, allá por el siglo XIX.
La escultura en cuestión representaba al político ateniense Esquines que había servido en el ejército con honores y que después tuvo éxito como orador y formando parte en tribunales.
Esta pieza, que estuvo en la ciudad de Xátiva durante mucho tiempo, ubicada en el patio de una casa señorial, volvía, después de recorrer otras tierras, a esta ciudad, al ser adquirida por un particular.
Y en todo el tiempo que había pasado desde su elaboración, estuvo sometida a las inclemencias del tiempo, traslados y viajes.
Estas circunstancias fueron pasando factura al material, y sobretodo fueron dejando huella en la superficie de la escultura.
Esta superficie de mármol blanco con ligeras vetas grises (casi seguro extraído en las canteras de la zona de Carrara), con el paso de los años fue tomando un tacto rugoso y oscureciendo su aspecto.
En la restauración de una estatua como esta se trataba por tanto de devolver la textura inicial que tuvo, con un tacto fino y un color y brillo acordes a los tonos del material recién trabajado.
Con esa premisa, el trabajo consistió en un lijado cuidadoso, comenzando ya con lijas de un grano relativamente fino, para no eliminar más que la capa superficial degradada.
Poco a poco, y avanzando en cada centímetro cuadrado fuimos empleando diferentes utensilios para poder actuar en todas las zonas, desde las más planas o amplias hasta las más escondidas concavidades.
El resultado fue que, como devolviéndola a la vida, esta escultura iba recuperando su tacto suave, su color natural y su brillo cristalino.
Las imágenes hablan por si solas…