La piedra natural es algo que juega un papel en nuestro entorno del que no somos conscientes como seres humanos. Sin embargo, ¿Quién no ha cedido en alguna ocasión al impulso de recoger una piedra que, quizá por su color o por su forma, nos llama la atención? Es frecuente que, sin saber ciertamente la razón, algo nos mueva a guardarla.
Realmente, son sobresalientes la abundancia y el provecho que la piedra natural ha tenido para la humanidad.
Quienes valoren la piedra desde el punto de vista utilitario, tendrán en cuenta que las rocas sedimentarias contienen el entero almacenamiento de numerosos recursos minerales como petróleo, gas, carbón, fosfatos, sal, agua subterránea, etc.
Son, asimismo, la base de gran cantidad de productos químicos e industriales: desde cerámicas y pinturas a pastas dentífricas.
El cuarzo contenido en las arenas derivadas de ellas ha constituido la materia prima para las industrias del vidrio, y otros muchos minerales industriales y metálicos están contenidos en ellas.
Rocas salinas o fosfatadas como el yeso tienen un alto valor en la economía de la humanidad. Y finalmente, como piedra propiamente o como cal o cemento derivados de la misma, ha servido y sirve para construir puentes, carreteras, estructuras y elementos para la edificación.
Para entender nuestra estrecha y oscura relación con la piedra natural, es preciso que nos remontemos a los orígenes del ser humano. Porque la piedra ha acompañado al hombre en su evolución, en su historia y en su expresión artística.
Podemos observar que la piedra natural es el resultado de un portento cosmogónico; un prodigio que engendró una materia singular y única que –como los seres vivos- tiene multitud de formas y diversidad de caracteres.
Y este material, que como podemos ver, forma parte de manera muy importante de nuestro entorno y nuestra propia evolución, es y ha sido siempre un elemento muy preciado para su uso en construcción.
Su dureza, antigüedad, estética, nobleza, forma de envejecer, hacen de la piedra natural un candidato perfecto para emplear en edificación, jardines, monumentos, escultura, obra pública, decoración, mobiliario, y tantos usos como podamos imaginar…
Por eso, en estos tiempos en los que abundan multitud de otros materiales artificiales, que pretenden imitar a la piedra natural y que han invadido todo tipo de lugares y usos, hay que abogar por el espacio que le corresponde, cerca de nosotros, acompañándonos desde el principio de los tiempos.
Y, sobre todo, usándola desde su conocimiento, para que no ocurra que por culpa de un mal uso por nuestra parte, haya alguien que pueda decir que se trata de un mal material, justificando así todo lo artificial.