El reloj de sol de piedra que mostramos hoy fue encargado por un cliente de la zona de Xátiva para ser finalmente colocado en una casa familiar fuera del casco urbano.
Esto ocurrió a principios del año 2023, avanzado ya el invierno.
Un reloj de sol de piedra natural instalado en esta zona mediterránea combina sencillez y longevidad.
Los rasgos característicos de estas piezas incluyen una base plana, un gnomon metálico que proyecta una sombra y una superficie grabada con marcas horarias o escalas estacionales.
Este reloj de sol de piedra tenía unas medidas de 50 x 50 x 10 cm, con un marco perimetral de 2 cm de anchura y un rebaje interior de 4 mm.
El diseño, proporcionado por el cliente, contaba con un árbol de la vida, de recorte circular, centrado en el punto de inserción del gnomon.
Los números, en caracteres latinos se encontraban situados en su posición normal, al final de las líneas de hora.
A la pieza se le colocaron unas varillas en el canto inferior para fijarlo al muro donde quedaría de pie.

Se le colocó el gnomon con el ángulo determinado por la latitud de la zona donde nos encontramos y se tuvo en cuenta la orientación del reloj, de frente al mediodía.
La piedra, extraída en canteras no muy lejanas, conservaba la huella de la geología del entorno: tonos cálidos, vetas que parecen captar la luz y una dureza que resiste la intemperie.
En este reloj de sol de piedra se puede observar que la sombra recorre las marcas a lo largo del día, mientras que en distintas épocas del año se leen cambios sutiles debido a la inclinación del eje terrestre.
En algunos casos de este tipo de relojes, se añaden inscripciones que explican el calendario agrícola, las fiestas religiosas o las estaciones.
Su utilidad nace de la armonía entre astronomía y territorio: indica la hora solar, marca cambios estacionales y funciona como instrumento didáctico.
A lo largo de la historia mediterránea, estos relojes han sido testigos silenciosos de puertos, plazas y patios, guiando jornadas de pesca, mercados y ceremonias.
Más allá de la función práctica, su importancia radica en la memoria colectiva: son símbolos de convivencia entre ciencia, arte y paisaje, recordatorios duraderos de una civilización que aprendió a escuchar la sombra para entender el tiempo.



