El pulido de la piedra es uno de los trabajos que se llevan a cabo constantemente por parte de los que trabajamos en este mundo.
Por pulido entendemos cuando realizamos un tratamiento superficial a la piedra con el que obtenemos una superficie fina al tacto, con el color más intenso que puede alcanzar dicha piedra y con un brillo bastante destacable.
Las piedras que son susceptibles de ser pulidas son aquellas que tienen una estructura bastante compacta, sin porosidad abierta, muy cristalinas.
Estas cualidades hacen, en muchas ocasiones, confundir a la gente y hablar de “mármoles” siempre que ven las piedras pulidas, cuando en realidad se trata de calizas compactas.
El pulido de la piedra es un proceso laborioso que cuando se trata de tableros se lleva a cabo con maquinaria grande que forma parte de líneas industriales que trabajan de manera muy mecanizada.
En los talleres se suelen pulir también superficies con máquinas más pequeñas, “de brazo”, que ya no son tan mecanizadas, pues los movimientos son accionados por un operario.
Cuando ya no se trata de superficies empleamos máquinas portátiles pulidoras que son accionadas por electricidad o por aire comprimido y que trabajan en seco o con agua. Estas últimas con un caudal interior que es continuo y pasa por la lija a medida que se trabaja.
Como hemos comentado, con las máquinas, sean grandes o pequeñas, se accionan normalmente discos de carburo de silicio o de diamante que se van aplicando sobre la superficie de la piedra, pasando granos cada vez más finos.
Este mismo proceso de pulido de la piedra también se puede llevar a cabo de forma totalmente manual usando piedras de carburo, tacos de diamante o lijas. Se pueden acompañar para el abrillantado con productos como la potea.
Al final, se empleen unos medios u otros, el proceso de pulido de la piedra siempre es el mismo: aplicar el abrasivo sobre el material pasando de granos gruesos a cada vez más finos. Con un poco de paciencia…