Los acabados de la piedra después de ser elaborada en cualquier pieza incrementa de manera sustancial el amplio abanico de posibilidades de uso a que la piedra puede destinarse.
La cantería no solo abarca los trabajos de corte de la piedra, conformando las dimensiones y forma finales, sino que también comprende los trabajos de terminación, que proporcionan a la superficie visible los diferentes aspectos que quedan impresos en la piedra tras la utilización de las últimas herramientas.
Los criterios para la elección de acabados, además de los económicos suelen ser técnicos, en función del uso de destino y ubicación, y arquitectónicos, en base al aspecto estético, que proporciona una percepción plástica o crea un estilo.
A continuación se exponen los acabados de la piedra más usuales en el trabajo de las piedras ornamentales, aunque hay otras que también se realizan.
LAJADO
Mediante anchos cinceles o cuñas se separan las placas o lajas por los planos marcados por la esquistosidad o estratificación como si se abriese un libro.
Solo lo admiten algunas piedras con marcada foliación, como las pizarras, cuarcitas y algunas areniscas.
Al no trabajarse la superficie de la piedra, el lajado muestra su aspecto natural, con su relieve irregular.
PARTIDO
El partido o corte natural es un acabado que, en esencia, se consigue con el mismo procedimiento que el lajado, pero en este caso se aplica a piedras más masivas.
Se realiza de forma manual, con el empleo de mazas y cuñas o con máquinas hidráulicas que rompen la piedra con la presión de cuñas alineadas (cizalla).
La superficie queda con una apariencia natural y el relieve es más acentuado, irregular o rugoso que en las piedra que lajan.
Se emplea en la confección de adoquines y otras piezas para muros.
CORTADO
Se realiza al cortar los bloques con discos o hilos diamantados. Suele ser un proceso previo a posteriores tratamientos superficiales, aunque también se utilizan directamente piezas provenientes del corte.
Con el corte se infiere a la superficie unas ligeras marcas de surcos y ondulaciones que siguen direcciones paralelas. A pesar de esa ligera rugosidad, la cara cortada es lisa, pero algo áspera.
Estas superficies proporcionan a la piedra un tono claro.
APICONADO
Sobre la superficie se producen unas incisiones alargadas paralelas mediante el golpeo de una pica o puntero.
Suele ser un trabajo manual, aunque también se efectúa mecánicamente con herramientas que poseen varios dientes de acero.
Se aplica especialmente en las piedras de cantería, aunque lo admiten todas las rocas, siendo las más indicadas las no excesivamente duras.
La piedra queda con un aspecto muy rústico, algo tosco, como puede constatarse en muchos edificios antiguos.
Estas incisiones suelen seguir orientaciones paralelas entre si, en una dirección determinada.
El tono conseguido es un jaspeado más claro coincidente con las muescas.
ESCAFILADO
Se corta la piedra empleando herramientas de labra manual, principalmente puntero para conseguir un retrabajado de la superficie, en base a certeros golpes que van saltando lascas y esquirlas.
Cuando la superficie que se consigue tiene más relieve (unos 2 cm) se llama “verrugo”.
El material así labrado tiene una apariencia natural y rústica con ciertas rugosidades, surcos y protuberancias que resaltan el relieve original.
Presenta una apariencia similar al corte natural pero con mayor relieve.
Es un acabado muy apropiado para construcción rural, chimeneas o espacios urbanos.
ABUJARDADO
Es una antigua forma dentro de los acabados de la piedra, empleada en revestimientos de exteriores y otros trabajos artesanales y uno de los efectuados manualmente más utilizados.
La superficie de la roca, se golpea repetidamente con un martillo (bujarda) que contiene pequeños dientes piramidales.
La superficie así tratada presenta pequeños cráteres de 1-3 mm de profundidad y anchura, uniformemente repartidos, que aclaran el tono general de la piedra. El tamaño y densidad del punteado, depende del tipo de cabeza empleada ya sea gruesa, media o fina.
FLAMEADO
Este tratamiento es uno de los acabados de la piedra modernos y consiste en un tratamiento térmico a alta temperatura de la superficie de piedras cristalinas, aplicando sucesivas pasadas de una llama de sopletes de propano o acetileno.
Al paso de la llama sobre la superficie plana se produce un shock térmico en los minerales, que decrepitan y se desprenden finas esquirlas y lajitas de los cristales.
El resultado obtenido es una superficie con cierto relieve, rugosa, algo craterizada y vítrea, que proporciona un aspecto rústico, aunque sin cambio apreciable de color ni presencia de manchas o restos que denoten el tratamiento.
Se consigue asimismo, un aumento en la estabilidad de la cara a la alteración química atmosférica.
APOMAZADO
Se sigue un tratamiento similar al del pulido, pero sin llegar a conseguirse brillo, utilizándose sucesivamente abrasivos de grano progresivamente decreciente, no empleando los de grano más fino.
Se consiguen superficies planas, lisas, mates y sin ninguna marca visible. El tono proporcionado es más oscuro que con otras terminaciones excepto la del pulido.
PULIDO
Dentro de los acabados de la piedra es el más conocido y frecuente en mármoles y granitos, que son las piedras que poseen el suficiente grado de cristalinidad, constituyendo la última fase del proceso del progresivo alisamiento con abrasivos a que se someten estos materiales, cuyo objeto es la consecución del brillo.
Se consigue una superficie lisa, plana, brillante y reflejante sin ningún tipo de raya o arañazo visible.
Este procedimiento contribuye a dejar una porosidad cerrada y a dotar al material de una gran resistencia a las agresiones externas.
El pulido resalta espectacularmente el aspecto de la piedra, observándose claramente su textura y colores.
El tono que se obtiene es más oscuro que el logrado con otros tratamientos superficiales.